Una familia de osos vivía en su hogar en el bosque. Ellos eran una pequeña familia de tres integrantes, contando con el bebé Oso, quien era algo travieso debido a su edad. Todas las mañanas, antes del desayuno, salían a dar un paseo para estirar las piernas y gastarle las energías al pequeño.
Sin embargo una mañana de esas, apareció una traviesa intrusa que entró a su hogar.
La niña
Una mañana mientras que los osos se encontraban de paseo, apareció una niña con el nombre de Ricitos de Oro debido a su cabello resplandeciente. Como nadie acudía al llamado de ella en la puerta, esta era muy curiosa, por lo que decidió entrar sin pedir permiso.
Sobre la mesa, se encontraban servidos tres tazones de Avena. Las dos primeras tenían un sabor muy alto entre lo salado y dulce, mientras la última le pareció de excelente calidad, por lo que se la comió sin remordimiento alguno.
Tras saciar su apetito, decidió seguir explorando el pequeño hogar. Se encontró en la sala unos dos sillones enormes que se encontraban frente a la chimenea, sin embargo, en ninguno de estos se sentía cómoda.
Al darse por vencida, se fijó que siguiente a ellos se encontraba un pequeño sillón, el cual le parecía que podía caber en él. Decidió sentarse allí, sin embargo, no se fijó que era muy pequeña para ella, por lo que al sentarse, rompió en pedazos y cayó al suelo.
Resignada por el accidente ocurrido, decidió subir las escaleras y abrir las puertas. Buscando, por donde entrar, sintió curiosidad al llegar al dormitorio. Allí, se encontraban tres camas. La más grande, le pareció demasiado dura. La siguiente, le pareció demasiado blanda. En la última, cual era una pequeña que parecía estar hecha a su tamaño, era perfecta y no se hundía en ella.
Al acostarse, notó lo cansada que se encontraba, donde fue quedando dormida casi de inmediato.
El regreso de los osos
Al llegar los dueños de la casa, notaron que la puerta se encontraba abierta, por lo que entraron alarmados. Los padres osos reclamaban que su avena la habían probado debido a que la cuchara no la habían metido ellos, sin embargo, no le tomaron mucha importancia a sus avenas debido a que el bebé Oso lloraba porque alguien se había tomado su avena.
Al seguir buscando en su hogar pistas que alguien había entrado. Se fijaron que en la sala las cosas que habían dejado los padres osos en los sillones la habían lanzado al piso. Una vez más, el bebé oso estalló en llanto de nuevo debido a que su silla se encontraba hecha pedazos. Sin embargo, sus padres lo consolaron comentándole que le harían una de nuevo.
Al subir a las habitaciones, la madre oso exclamó que alguien había entrado en sus camas debido a las manchas de zapatos en las sabanas. El bebé, exclamando, avisó que alguien se encontraba en su cama.
Los padres alertados se dirigieron a ver a la pequeña niña con rizos dorados durmiendo, el bebé oso quería jugar con ella y preguntarle a sus padres. Sin embargo, por el ruido que hacían, la pequeña Ricitos de Oro se levantó exaltada, saltó de la cama y corrió por toda la casa hasta huir a toda prisa.
El pequeño oso le gritaba a Ricitos de Oro que quería jugar con ella, sin embargo, no volteó mientras corría a toda prisa. Por lo tanto, la familia oso decidieron poner una cerradura a la casa, y permitir que Ricitos de Oro jugara con el bebé cuando volvió.