Los niños suelen ser un poco tercos al momento de aprender una lección. Por ello, es bueno enseñarles con historias como el lobo y las siete cabritillas.
El lobo y las siete cabritillas
Erase una vez una vieja cabra que vivía junto a sus 7 hijas cabritillas, a las cuales amaba como cualquier madre ama a sus queridas niñas.
Un día, se vio en la necesidad de salir a comprar al pueblo, dejando a las 7 cabritillas en su casa. Pero, antes de salir, le dedicó algunas palabras de advertencia a sus queridas niñas.
-Cuidado con el lobo hijas mías, pues si el llegase a entrar, las devoraría sin compasión alguna.-
Las 7 cabritillas sonrieron a su madre y le respondieron:
-Tendremos cuidado madrecita, ve tranquila que estaremos esperando tu llegada.-
Dicho esto, la vieja cabra dio un beso a cada una de sus hijos y se dirigió al pueblo. Solo habían pasado 5 minutos cuando las cabritillas oyeron tocar la puerta.
-Abran mis queridas hijas, soy su madre y ya he llegado.-
Pero las cabritillas escucharon esa gruesa voz y no la reconocieron.
-No abriremos, eres el lobo y no podrás engañarnos.-
El lobo al darse cuenta que fue su voz quien lo había delatado, compró un trozo de yeso y se lo comió para suavizar su voz. Luego volvió a la casita y lo intentó de nuevo.
-Abran mis queridas hijas, soy su madre y ya he llegado.-
Las cabritillas dudaron por un momento, pero luego vieron una pata negra apoyada en la ventana y supieron que no era su madre quien hablaba.
-No abriremos, eres el lobo y no podrás engañarnos.-
El lobo volvió a retirarse y al darse cuenta que había sido su pata quien lo había delatado, buscó harina para cubrirla de blanco. Luego, caminó de nuevo hacia la casita y volvió a intentarlo.
-Abran mis queridas hijas, soy su madre y ya he llegado.-
Las cabritillas escucharon la suave voz, luego vieron la pata blanca apoyada en la ventana y se alegraron al pensar que su madre ya había llegado. Pero, al abrir la puerta, se encontraron con un hambriento lobo que las esperaba.
Las siete cabritillas corrieron y buscaron un lugar para esconderse. Pero el lobo buscó por toda la casa y se las fue comiendo una a una. Cuando creía haber encontrado a todas, se fue de la casita y se recostó en un prado a disfrutar de la digestión.
La madre, al llegar a la casa y verla toda destrozada, comenzó a llorar mientras buscaba a sus niñas. Una dulce voz que salía de la caja del reloj la llamó. Al abrirla, se encontró con la más joven de sus hijas, quien le contó toda la historia.
La vieja cabra y su pequeña cabritilla buscaron al lobo hasta encontrarlo echado en el prado. Luego, vieron cómo su estómago se retorcía.
-Hija mía, ve a casa y busca una aguja, hilo y unas tijeras.-
La niña fue a su casa y le trajo a su madre lo que le había pedido. La vieja cabra abrió la panza del lobo dormido y fue sacando a sus hijas. Luego, les ordenó traer piedras para llenar el vientre del lobo con ellas.
El lobo, al despertarse, sintió una gran pesadez en su estómago y un fuerte dolor. Camino con gran dificultad hacia el pozo más cercano, pues pensó que un poco de agua lo haría sentir mejor.
Pero al asomarse al pozo, el peso de las piedras de su vientre lo empujó, haciéndolo caer y provocando su muerte.